domingo, 26 de abril de 2009

Asesino por respeto

por María Josefina Selvanovich

Qué ingenuo era Claudio. Sí, yo soy tímido y muy mojigato. No sabe de lo que soy capaz.

Al principio me sentí extraño, mal. Me sentí un asesino. Ya me había enterado del maligno pero ingenioso plan de Claudio. Con todo lo que tenía en su mente, no se percataría de que yo podría matar al viejo. ¿Quién sospecharía de una persona como yo? Y con mi idea Claudio saldría perjudicado, y yo beneficiario.

Todo surgió el día que me enamore de Matilde. Tan bella como ella sola. Pero cuando se la presente al viejo, solo me dijo unas palabras.

- Le falta cuna, le falta roce. Es una ordinaria.

Que terco y caprichoso, no entiendo que es lo que quiere.

Con Claudio siempre fue diferente. ¡Bah! Apostaban en póquer y carreras de caballos, pero para eso, el viejo no le daba ni un centavo. Tan tacaño. Luego se empeñaron en jugar partidas de ajedrez. Creo que por dinero también. Aunque mi hermano no estaba muy contento, siempre quería irse al club.

Era sábado, a las veintidós. Fui a ver a Matilde a su casa. Me miró con cara de decepción y me dijo que era ella o el tío. Le dije que para mañana almorzaríamos y le daría mi respuesta. Un tanto idiota de mi parte.

Llegué al palacio del tío. Lo busqué para hablarle, pero no lo encontré. Baje las escaleras hacia el hall preocupado y me encontré con Claudio. Seguro estaba apunto de obrar.

- ¿Qué te pasa? – me preguntó.

- ¡Estoy harto! – le repliqué

- ¡Vamos! –me palmoteó la espalda – Siempre está dispuesto a la tragedia...

- Es que el viejo me enloquece. Últimamente, desde que volviste a la Facultad y le llevas la corriente con el ajedrez, se la toma conmigo. Y Matilde...

- ¿Qué sucede con Matilde?

- Matilde me lanzó un ultimátum: o ella, o tío.

- Opta por ella. Es fácil elegir. Es lo que yo haría...

- ¿Y lo otro? Yo lo haría; pero ¿con qué viviríamos? Ya sabes como es el viejo... Duro, implacable. ¡Me cortaría los víveres!

- ¡Bah!... –curveé mis labios- No hay escapatoria. Pero yo hablaré con el viejo sátiro. ¿Dónde está ahora?

Claudio pensó un momento antes de hablar, seguro es por lo que trama. ¡Ja! Que ingenuo.
- Está en la biblioteca –exclamó-; pero déjalo en paz. Acaba de jugar la partida de ajedrez, y despachó a la servidumbre. ¡El lobo quiere estar solo en la madriguera! Consuélate en un cine o en un bar.

- El lobo en la madriguera... –repetí. Pensé unos segundos y agregue, aliviado-: Lo veré en otro momento. Después de todo...

- Después de todo, no te animarías, ¿verdad? – me gruñó

¿Quién se piensa que es? cambié. Puedo matar al viejo si quiero. Y eso haré. Le clavé la mirada y me fui a dar una vuelta.

Una vuelta. Fui a mi casa a buscar un arma. Yo no sería cobarde, claro que no. Lo asesinaría con una bala en el medio de la frente. Yo, asesino y no Claudio. Millones para mí y para mi preciosa Matilde.

Agarré mi arma y le puse las balas. Mis manos temblaban. Mi cabeza pensaba si me descubrían. ¡Imposible! Me escabulliría por la ventana de la biblioteca y me escondería. Luego aparecería como si nada para hacer de víctima y llevarme el botín. Y, por supuesto, descubrir el “ingenioso” plan de Claudio.

Fui caminando hacia la casa de Néstor Álvarez. Mi tío. Miré mi reloj. Once y treinta y seis de la noche. Debía apurarme. Claudio seguro estaría dando vueltas por el puerto. Llegué y me dirigí hacia la biblioteca donde se encontraba mi tío. Lo vi sentado en su sillón, con respiración agitada y sudando. ¡Lo sabía! Claudio el muy cobarde, había usado un veneno. Saqué mi arma. El viejo me clavó su mirada de perro moribundo. Su respiración era cada vez más débil. Le apunté a la frente. Disparé. Lo había matado impunemente...

Por primera vez sentí una angustia infalible. Me sentí mal. Pero ya estaba todo hecho. No había vuelta atrás. Millones y millones de pesos solo para mí. Claudio habría fracasado. Oí la voz de Julio del otro lado y me percaté de lo que había ocurrido. Seguí con mi plan y me escabullí.

Volví a mi casa como si nada. Me senté en mi sillón y proseguí. Ya era medianoche. Mi cuerpo temblaba. Y sonó el teléfono. Contesté. Era Julio que muy desesperado me contaba que había encontrado el cuerpo de mi tío tirado en la biblioteca con un balazo en la frente. Lágrimas me caían. Lágrimas falsas. Le dije que llamara a la policía. Y que mi hermano estaba detrás de todo esto.

Decidí ir a hacerle compañía a Julio, después de todo, debía hacer papel de víctima. Hablé con los policías. Me interrogaron y acusé a mi hermano de haberlo asesinado. Los policías salieron a esperar a Claudio mientras yo me escondí para presenciar como lo atrapaban. Millones y respeto para mí. Cárcel para Claudio.

Dos y treinta de la madrugada, los oficiales entraron con Claudio. Y lo comenzaron a interrogar. Toda una larga explicación por parte de mi hermano. Ya era culpable.

- ¡Basta! Si lo saben, ¿para qué lo preguntan? ¡Yo lo maté! ¡Yo lo maté! ¿Y qué hay? ¡Lo odiaba con toda mi alma! ¡Estaba cansado de su despotismo! ¡Lo maté! ¡Lo maté!

El inspector no lo tomó tan a la tremenda.
- ¡Cielos! –Dijo- Se produjo más pronto de lo que yo esperaba. Ya que se le soltó la lengua, ¿dónde está el revolver?

- ¿Qué revolver?

- ¡Vamos, no se haga el tonto ahora! ¡El revólver! ¿O ha olvidado que lo liquidó de un tiro? ¡Un tiro en la mitad del frontal, compañero! ¡Qué puntería!

¡Qué idiota! Había olvidado por completo que Claudio lo quería asesinar con veneno. Karma. Estaba atrapado. Angustia. Miedo. No soportaba más, debía confesarme

- ¡¡Basta!! ¡Yo lo maté! ¡Yo lo hice a sangre fría! Aquí está el revolver. No lo soportaba más a ese viejo.

Todos quedaron atónitos. Mi cara empapada en lágrimas. La cárcel.

- Bien entonces. Señor Guillermo Álvarez, queda arrestado por homicidio. Pero ¿Y qué hay de usted? Ha confesado que ha matado al viejo. ¿A qué se refería?

Mi hermano había caído en la trampa. Al menos no iré solo a la cárcel.

- Le había puesto aconitina a su coñac. Seguro estaba moribundo cuando Guillermo lo baleó.

- Entonces ambos quedan arrestados.

Así terminó nuestra historia. Los millones quedaron para mi querida Matilde, y para el resto de nuestra familia. ¿En cuánto a nosotros? Tenemos unos cuantos años en la cárcel.

Una muerte jugada

por Camila Conti


Indeciso, preguntón, confundido, ¿Mi tío o Matilde? ¿Dinero o Amor? ¿Con que me quedo? … Pasaron horas y finalmente me decidí.

Visitábamos a mi tío Néstor junto a Claudio, al llegar a su casa nos sentíamos en un laberinto, con paredes doradas por el brillo de las monedas. Un palacio donde lo único que se reflejaba era todo aquello que lo enriquecía.

Sólo podía observar el rostro de mi bella Matilde en las monedas de oro. Sólo imaginaba una buena vida con ella. Pero NO, algo lo impedía…. Mi tío.
Trataba de despistarme, de no pensar que era aquello que no me dejaba ser feliz, intentaba olvidar que era mi tío Néstor el que me lo impedía, pero se me hacia imposible.

Claudio y mi tío jugaban un partido de ajedrez, acompañado con charlas y bebida, dentro del escritorio. Todo un misterio, escuchaba murmullos, no entendía, sabia que hablaban de algo sospechoso… Algo sobre alguna apuesta; algo así.
Decidí acercarme más y poder entender. Se escuchaba como mi tío trataba de inteligente a Claudio, me daba cuenta que con el se llevaba mucho mejor, aunque sabia que mi hermano claudio estaba muy interesado por monedas y billetes ajenos, antes que una buena relación.

Me dirigí a hall para pensar un rato de todo aquello que me estaba pasando, tenía miedo, mi estado era pensativo y confuso, solo quería decidirme.
Podía elegir el camino de dinero, un camino dorado y brillante: mi tío.
O también podía elegir el camino del amor, la felicidad: mi Matilde.
Cada vez me confundía más.

Las horas pasaban, Claudio y el tío Néstor jugaban el partido de ajedrez, una situación sospechosa; mientras que yo me acercaba a la decisión.
En eso, se escuchó el abrir de una puerta. Sale claudio, prácticamente trotando, y le pregunto:

_ ¿Quién ha ganado la partida?
Sin mirarme a la cara me gritó con mucha rapidez…:
_ ¡Nadie ha ganado, no hemos terminado!
Claudio se dirigía velozmente hacia la puerta de salida. Caminó todo derecho. Al los diez minutos lo veo volver y se sube al auto.
No me iba a quedar con la intriga, entonces, lo seguí.
Lo corrí, el auto no iba muy rápido, lo notaba muy desconcertado a Claudio, sabía que algo le pasaba.

Llegábamos a la costanera, mi hermano bajó del auto; caminaba de un lado hacia el otro.
De su bolsillo sacó un frasco con líquido.
Por un instante sentí la necesidad de volver al palacio y pensar en mis problemas. Lo hice. Volví.

Mientras caminaba de regreso, tenia la decisión, solo me faltaba llegar al lugar correspondiente.
Entré al palacio como si nada me hubiera pasado, caminé hacia el escritorio de Néstor. Él miraba concentradamente el tablero de ajedrez con su vaso de whisky en la mano… no podía ser lo que yo pensaba: claudio tenía un frasco en su bolsillo, no lo pudo haber envenenado, sino ya tendría que estar muerto. Si lo estaba, mi decisión estaba cumplida.
Néstor no se daba cuenta que yo me encontraba enfrente de él.
Creía estar haciendo lo correcto, sabia que era mi propio tío, pero que él mismo me impidiera ser feliz al lado de Matilde… no lo podía aceptar.

Entonces, estaba decidido… Me arremangué el buzo, saque silenciosamente un revolver del cajón del mismo escritorio. Debía apurarme, antes de que llegara Claudio. Finalmente, levanté el revolver enfrente del cuerpo del tío… ¡QUE PUNTERÍA!… tiré el revólver, a la misma vez que cayó el vaso de whisky al piso. “El camino de la felicidad y el amor estaba libre, sin ningún obstáculo. “

Salí corriendo por el sótano de la misma habitación donde me encontraba. Quedé en el bosque que estaba delante del palacio. Nadie iba a descubrir quien lo había matado.

Se escuchaban que las sirenas de los patrulleros se iban acercando, cada vez se oían más ruidos de personas. Yo miraba la situación desde atrás de un árbol.
Los policías hablando con el mayordomo; que era el único que se encontraba en la casa junto a Néstor, Claudio y yo ese mismo día, el mismo día de la muerte.
Enfrente de la entrada principal frena el auto de Claudio, él, todo transpirado.
Logré escuchar la conversación realizada frente a la entrada de la mansión.

Los policías le comentaban lo que ellos sospechaban de la propia partida de ajedrez no terminada. El oficial le pidió a mi hermano:

_ Señor Álvarez, le pedimos que por favor nos muestre la libreta de apuntes anotadas durante el partido de ajedrez.

Claudio con los ojos lagrimosos, pensaba que era su culpa la muerte de nuestro tío Néstor, mientas que no era así.
Mi hermano entregó la libreta en blanco, porque no había anotado nada.

_ Oficial, el señor Álvarez Claudio no ha anotado nada durante la partida.

En eso, Claudio, desesperado, grita con una voz extraña, como si dijera un secreto guardado durante mucho tiempo frente a los policías:
_ ¡Yo soy el culpable, yo lo maté, yo lo maté! ¡Es mi culpa. MIA!

_ ¡¿Dónde está el revolver?! ; pregunta desesperadamente el oficial.

Claudio, muy confundido, se calló por un instante y preguntó…

_ ¿Qué revólver?
_ ¡Vamos hombre, lo ha matado con un tiro en la frente! ¿Acaso ya se olvidó?

Me sentí muy culpable, yo sabia que era mi culpa, pero creí haber echo lo correcto. Mi hermano quiso dinero y mucha fama, yo, sólo busqué el camino de la felicidad y el amor, un camino que no me dejaban disfrutar… hasta que lo logré.

Camila Conti 2do bachiller “A” Instituto Luis Augusto Huergo.

Mi gran jugada

por Ana Otero

Hacía quince largos años que vivía en el sufrimiento de tener que vivir con mi tío. Quince años aguantando sus críticas, opiniones y órdenes.
Llego un punto en el cual no aguante mas, y fue aquella noche de abril, que, luego de que Matilde me lanzara ese ultimátum sobre mi tío o ella, mi mente comenzó a asociar todo de un modo diferente, nuevo para mi. Comencé a ser avaricioso, a ver el mundo de un modo del modo en el que lo ven los ladrones que no tienen para vivir, esos que cuando te roban te preguntas por que lo hacen, sin darte cuenta que es el único medio por el cual pueden sobrevivir.
Salí de mi habitación con una firme convicción, pero mientras pasaba las escaleras, me encontré con nada menos que Claudio, aquel que siempre me hacia quedar mal, quien siempre tenia el crédito en todo, y el favorito del maldito viejo desde que había empezado a estudiar en la Facultad y a jugar con él sus interminables partidas de ajedrez. Era un problema, eso era cierto, ¿Cómo podía esconder esta revolución que se había formado en mi interior? Entonces recordé que toda mi vida había sido solo el pobre Guillermo, y todas las decepciones que había tenido en mi vida, y me encogí, adoptando una postura de quien esta rendido y agonizante. Quizás fue demasiado agonizante, ya que antes de descender por completo me miro y me pregunto.
-¿Que te pasa?- Pregunto con una voz mas feliz que de costumbre. Seguro el viejo le había dado dinero para apostar y jugar sus vicios.
Para responderle, recordé aquello que me fastidiaba, pero nunca revelando todo mi enojo, que era demasiado para mi papel del “pobre Guillermo”, y que le revelaría la evolución que me había sucedido por culpa de encontrarme en un callejón sin salida.
-¡Estoy harto!- medio grité.
-¡Vamos!- dijo palmeándome la espalda como si estuviera intentan consolarme.
-Es que el viejo me enloquece.-entonces deje salir todo lo que bullía en mi interior, pero sin parecer enojado, solo desesperado- Últimamente, desde que volviste a la Facultad y le llevas la corriente con el ajedrez, se la toma conmigo. Y Matilde…
-¿Qué sucede con Matilde?- pregunto con un aire que parecía preocupado, pero no lo suficiente para que me convenciera de que se interesaba de verdad. Sólo estaba actuando.
-Matilde me lanzó un ultimátum: o ella, o tío.- le confesé dolorido.
-Opta por ella. Es fácil elegir. Es lo que yo haría...- Para quedarte todo el dinero, claro.
-¿Y lo otro?- le pregunte de forma casual, como si no hubiera pensado de verdad en eso, y fuera una pregunta peregrina. Lo mire con una cara que delataba mi miedo a no poder mantenerme, casi desesperado -Yo lo haría –le dije como si no fuera obvio-; pero, ¿con qué viviríamos? Ya sabes como es el viejo... Duro, implacable. ¡Me cortaría los víveres!
-Tal vez las cosas se arreglen de otra manera... –me dijo como si se hubiera dado cuenta de mi plan y me estuviera tentando a hacerlo- ¡Quién te dice!
-¡Bah!... –conteste como si no me hubiera dado cuenta- No hay escapatoria. Pero yo hablaré con el viejo sátiro. ¿Dónde está ahora?
No se porque, pero la cara de Claudio paso a ponerse pálida y sudorosa, como si estuviera nervioso, o asustado, como si estuviera ocultando algo cuando hice esa insignificante pregunta. ¿Sería acaso que se había dado cuenta de mis intensiones y temía por el viejo? No lo creo. Nunca le había tenido mas afecto que yo a ese pobre desgraciado, y tampoco creo que se halla dado cuenta de mis intenciones, ya que nunca me creería capaz de semejante acto.
-Está en la biblioteca –me gritó prácticamente-; pero déjalo en paz. Acaba de jugar la partida de ajedrez, y despachó a la servidumbre. ¡El lobo quiere estar solo en la madriguera! Consuélate en un cine o en un bar.
Dijo esto ultimo con voz mas baja, pero aun alterada. No entendía su nerviosismo, pero en esa frase había algo que puso en marcha un nuevo plan en mi mente, borrando el anterior.
-El lobo en la madriguera... –repetí. Me quedé en silencio, afinando mejor mi nuevo y mejorado plan- Lo veré en otro momento. Después de todo...
-Después de todo, no te animarías, ¿verdad? – volvió a gritarme, pero esta vez el enojo teñía su tono de voz.
Estuve muy cerca de revelarle mi plan, porque pensé que lo había adivinado, pero luego me serené, y lo mire con un odio intenso, como si su comentario me hubiera enojado.
Dio vuelta la cabeza y se marchó.
Perfecto. Ahora solo quedábamos el viejo y yo solos en la casa. Antes de dirigirme a la biblioteca, donde según me había indicado Claudio se encontraba aquel demonio, hice una visita a la habitación del mismo. Abrí la puerta temeroso y en silencio, por miedo a que hubiera decidido volver antes a acostarse. Metí la cabeza por la pequeña abertura que había abierto. En la habitación no había nadie. Fabuloso.
Aun así entré en puntas de pie, intentando hacer el menor ruido posible, y me dirigí hacia su mesita de luz de al lado de su cama. Me incline sobre ella y abrí el segundo cajón, donde mi tío siempre tenía guardada un arma, que había conseguido cuando estuvo en el ejercito, y se la había quedado por “seguridad”. Me reí para mis adentros por la ironía del asunto. El viejo moriría a causa de aquella misma arma que el había conservado para “protegerse”. La tomé y la guardé en el bolsillo de adentro de mi saco, luego tomando un gran trago de aire, partí hacia la biblioteca. Toqué una sola vez la puerta, con bastante fuerza, y escuché a través la madera maciza un débil asentimiento invitándome a entrar.
Abrí la puerta con un empujón que causo que se golpeara con la pared y rebotara, pero no lo suficiente para volver a cerrarse. Caminé lentamente hacia el sillón de mi tío, que estaba dándome la espalda. Lo di vuelta con un solo movimiento del brazo, el viejo me miro con los ojos desorbitados.
-¡Ahora vas a escuchar todos mis reproches viejo!- iba a soltarle todo antes de matarlo, no se iba a ir al infierno sin saber porque.- Esto es por todas esas veces que me prohibiste ser como soy, me dejaste de lado, me humillaste, me obligaste a ser invisible, casi arruinas mi vida, pero eso acabo. Ya escuchaste viejo loco, ¡se acabo todo!- y con una ultima mirada de odio le apunte el arma a la mitad frontal, me miro con una cara, en ese momento note que estaba muy pálido y como debilitado, quiso levantar la mano, pero le fallaron las fuerzas. Al fin y al cabo le estaba haciendo un favor, estaba con un pie en la tumba. Antes de meditarlo una vez más, antes de que pensara bien lo que estaba haciendo, disparé.
Cuando vi su cara de espanto, es arma en mis manos y la herida, me di cuenta de la gravedad de lo que había hecho. Abrí la ventana tanto como pude, casi hasta romperla, y luego arroje el arma. Miré desesperado a mi tío una vez más y luego salí corriendo hacia la puerta. La abrí y corrí como nunca, dejando todo atrás. Cuando salí de la casa fue la primera vez que me pregunte a donde ir, ¿huiría? ¿Llegaría a alguna parte antes de que me atraparan? Pero de pronto sonó en mi cabeza un tema más importante que los demás. Matilde. ¿Se lo confesaría, o dejaría que se enterara sola? Una oportunidad era que huyera conmigo, pero ¿Qué si no quería vivir con un asesino? Solo había una forma de saberlo. Partí corriendo hacia el garaje y tome el auto. Salí disparado hacia la casa de Matilde, pensando en como se lo iba a decir. Llegue a la casa mucho antes de lo pensado, salí del auto, y toque su puerta. Me atendió su madre, siempre tan atareada con las cosas de la casa que no noto mi cara de pánico. Me condujo hasta la habitación de Matilde, y entre sin llamar. Ella estaba recostada sobre su cama remendando una vieja colcha para el perro y se sobresalto mucho cuando me vio entrar hecho una furia.
-¿Qué te sucede, Guillermo, que entras de esta manera a mi habitación?
-Oh, querida mía, he cometido un error que me obliga a huir. No quiero que pienses en ese error, solo quiero que pienses cuanto es que me amas para aceptar huir conmigo sin importar la carga de mi atormentada mente.
Ella se quedo un minuto mirando a la nada pensando.
-Esta bien amor mío- dijo ella con una voz cargada de ansiedad- No me importa la gravedad de lo que hallas hecho, ya que te amo lo suficiente como para no cuestionar tus actos.
La mire con una increíble devoción. No podía tener tanta suerte de tenerla y que además no le importara lo que era.
Extendí mi mano hacia ella, y levantándose de la cama la tomo. Me observó con una absoluta y firme decisión en los ojos, luego tomo un poco de ropa y escribió una carta para su madre.
Salimos fuera de la casa rumbo a lo desconocido, confiados el uno en el otro.
Pero antes de que decidiéramos donde ir, o incluso nos lo planteáramos, un hombre de aspecto fornido interrumpió nuestra marcha.
-¿Es usted el señor Guillermo Álvarez?- dijo con una voz profunda.
-El mismo- respondí yo con sencillez sin darme cuenta de inmediato el error que estaba cometiendo.
-Tendrá que acompañarme, señor, ya que se lo necesita en su casa para resolver ciertas cuestiones.
-¿Qué clase de cuestiones?- dije yo elevando el tono de voz dos octavas más altas de lo común.
-No tengo permitido revelárselo, señor, pero cuanto mas pronto me acompañe, mas pronto resolveremos este asunto.-
Con Matilde lo seguimos hasta mi casa, donde nos encontramos con el inspector Villegas.
-Señor Guillermo, es mi deber informarle que a su tío lo han asesinado.- dijo con voz muy seria.-
-¡No puede ser!- dije con voz afectada.
-Pero lo es señor. Necesito hacerle unas preguntas, ahora mismo.
-Disculpe, señor, pero no puedo acompañarlo ahora, estaba apunto…
-Quizás no fui muy claro- me corto con una mirada amenazadora.-, dije ahora mismo.
-Claro- respondí intimidado.
Lo seguí hasta el salón de música donde se sentó en el sillón, y me invito a sentarme frente a él.
-Señor Guillermo, voy a ser muy sincero con usted- dijo con voz solemne podría decirse.
-Hable, señor-dije con una voz también algo solemne.
-Creo que el asesino de su tío fue nada más y nada menos que su primo, el señor Claudio.
¿Qué? ¿Claudio? Hasta en el asesinato del viejo se llevaba todo el crédito. No podía ser.
-¿Esta usted seguro Inspector?- murmure para que no se notara en mi voz el enojo.
-Seguro que si Señor Guillermo, el era el único realmente capaz de matarlo, ya que contaba con varios medios, y solo él tenía el ingenio y la inteligencia para matarlo. Es muy inteligente, siempre lo fue por lo que sabemos.
Ahí no pude aguantarlo más. ¿Inteligente? ¿Ingenioso? Siempre era él. Siempre tenía que ser él, ¡no podía ser! Esto era demasiado
-¡No!- grité- Fui yo, yo lo mate, yo tuve el ingenio, Claudio no se volverá a llevar el crédito ¡Fui yo! ¡El no hizo nada!
-Perfecto- dijo el Inspector Villegas con una sonrisa- justo lo que esperaba, usted no soportaría que le robaran el crédito una vez más, incluso aunque eso le hubiera permitido seguir en libertad por el resto de su vida.
Entonces me di cuenta de lo que había hecho. El Inspector siempre lo había sabido, pero necesitaba la confirmación. Cubrí mis ojos con mis manos y grite un solo grito agudo y doloroso. Otra vez me habían ganado.

Un asesinato familiar

Por Sofía Chiodi

En ese entonces, yo vivía en la mansión de mi tío Néstor, junto a mi hermano Claudio. Todos los días eran iguales. Siempre la misma rutina. Nos levantábamos a las ocho de la mañana, tomábamos el desayuno, mi tío leía el diario con su infaltable taza de café a mano, mientras se quejaba de cosas como la vida, de mí o de la política. Cuando terminábamos, yo me iba a trabajar, mi hermano a la facultad y mi tío se quedaba en su cuarto o en la biblioteca.
Cuando yo llegaba era de noche. Julio, el mayordomo, me ofrecía algo para tomar, y al rato cenábamos todos juntos. Aunque a veces, salía a comer con mi novia, Matilde.
Una vez que terminábamos la cena, Claudio y Néstor jugaban su diaria e interminable partida de ajedrez. Gracias a esto, mi tío ya no se desquitaba con Claudio. Lo consideraba mejor que yo, claro, él jugaba con el tío, charlaban, y Claudio se ganaba su confianza. Por lo tanto, al único que criticaba era a mí. Solo a mí y a mi novia Matilde.
El viejo ya me hartaba. Sólo lo estaba soportando por… sus millones. Exacto, su dinero, su mansión, sus posesiones. Nada más que por eso. No veía la hora de que toda su fortuna, sea mía y de mi hermano, de que al fin pudiera irme a vivir con mi amada. Pero no, el tío seguía vivo y con mucho espíritu. Parecía que la vida no se le agotaba.
Un día, mientras daba un paseo con Matilde, ésta me dijo que no quería seguir ocupando el segundo puesto en mi vida, que quería que desde ese momento, la prefiriera a ella antes que a mi tío, y que quería que nos fuéramos a vivir juntos.
Al oír estas palabras me quedé petrificado. Miles de ideas pasaron por mi mente. Obviamente Néstor no iba a aprobar que me fuera a vivir con Matilde. Seguramente me desheredaría. Me quedaría sin ni un centavo de toda su riqueza. Por otra parte, se la daría toda a Claudio… tal vez podría pedirle que me diera la mitad aunque el tío se la hubiera dejado toda a él. No, no funcionaría. Pero si no me mudaba con mi novia, ella me dejaría. Quería echarle la culpa a Matilde por ponerme en esa situación tan difícil, pero sabía que ella tenía razón. Casi nunca nos podíamos encontrar por mi tío, ella no podía siquiera entrar a mi casa y si a Néstor se le ocurría prohibirme verla, debía obedecerlo. Matilde se despidió de mí y se fue. Debía comunicarle mi decisión lo antes posible.
Me quedé sentado en un banquito del parque pensando. Se me ocurrían muchas soluciones al asunto, pero todas eran inútiles. Era una situación difícil. Cualquiera opción que eligiera, iba a perder algo de todos modos. Me estaba poniendo nervioso. No sabía que hacer.
De pronto, una idea surgió en mi mente. Era algo tenebroso, pero de esa manera conservaría la herencia, y a mi novia: la muerte de mi tío.
Comencé a agitarme. Un frío recorrió mi espalda. Muerte, que palabra tan… llena de distintas emociones. Primero sentí que era lo correcto si quería pasar mi vida con Matilde; debía deshacerme del viejo sin que nadie sospechara, heredar su fortuna, y poder vivir en tranquilidad con mi novia.
Luego comencé a sentir miedo. ¿Matarlo? ¿Sería realmente la única salida? ¿Y si me descubrían? ¿Se lo podría contar a Claudio? Preguntas como esas surgían unas tras otras. Me estaba volviendo loco.
Al cabo de un rato me cuestioné si realmente valía la pena convertirme en asesino por amor. Amor… si ella realmente me amaba, me hubiera esperado, o hubiera entendido mi situación. Aunque algo de razón tenía. No era placentero estar saliendo con alguien con el cual casi nunca puede ver o hablar. Pero ¿llegar a tanto como para hacerme elegir entre ella o mi tío?
“Basta”, me dije. Debía pensar claramente quién era más importante en mi vida. Néstor, de quien yo estaba harto, quien siempre tenía algo que criticar de mí, quien hacía una notable diferencia entre Claudio y yo, quien me prohibía ver a mi amada, pero quien tenía una fortuna, con la cual podría vivir como rey sin trabajar por el resto de mi vida. O Matilde; una muchacha amable, pero muy impaciente y celosa. A pesar de todo yo la amaba y eso nunca iba a cambiar.
Al pensar en estas dos descripciones, la respuesta debería ser obvia: Matilde. Pero sin embargo, ahí estaba yo, dudando.
Pasaba el tiempo y yo seguía meditando qué hacer. Al rato me decidí. La única salida para tener una vida feliz sería quedarme con mi amada, pero ella no era muy adinerada. A penas y le alcanzaba para llegar a fin de mes, y yo, sin la fortuna de mi tío, era otro pobre empleado, que no ganaba mucho.
Todo este pensamiento, me hizo llegar a la conclusión de que debía quedarme con ambas cosas: la fortuna de mi tío, y con el amor de mi vida. Lo único que debía hacer, era pensar un modo de deshacerme de mi tío, para así heredar los bienes.
Mis opciones eran: fuego o un disparo. Aunque quemando “accidentalmente” su habitación, no era la manera. Sería muy obvio que era intencional. Así que opté por un disparo, y si mi plan fallaba, aceptaría mi condena. Prefería cualquier cosa, antes que estar bajo las órdenes de Néstor, un segundo más.
A eso de las veinte, regresé a casa. Ese día había faltado al trabajo para verme con Matilde. Cuando llegué, no vi a Julio por ningún lado, así que decidí ir a mi habitación. Allí prepararía el arma para cuando Claudio y Néstor concluyeran su partida de ajedrez.
Eran las veintiuna, y ya todo estaba listo. Llamé a Matilde, avisándole que me quedaría con ella. Cuando terminé de hablar, Julio me avisó que la cena estaba servida.
Bajé a comer. Fue una cena silenciosa y rápida. Nadie hablaba ni comentaba nada. Me pareció extraño que mi tío no preguntara a donde había estado, pero me alivió, porque tendría que haber inventado una historia, y realmente, no era muy bueno en eso.
Antes de que Claudio y Néstor comenzaran la partida, me fui al baño. Me estaba poniendo muy nervioso al pensar en la situación.
A las veintitrés bajé las escaleras con mi arma lista. Planeaba averiguar donde estaba el tío. Al llegar al hall, me encontré con Claudio, quien me preguntó que me ocurría. No le pude mentir. Le dije estar harto del tío y de sus manejos conmigo. Le conté lo de Matilde, y le pregunté donde estaba el viejo en ese momento. Me dijo que estaba en la biblioteca, pero que no lo molestara. Parecía algo nervioso.
Esperé a que se fuera. Todo estaba en silencio. Los sirvientes ya habían sido despachados. Pero Julio siempre volvía más tarde para asegurarse de que todo estuviera en orden antes de volver a su casa. Eran las once y media de la noche. Entré a la biblioteca. Néstor parecía algo sorprendido por mi visita.
Fui “directo al grano”. Le dije la situación que estaba viviendo con Matilde, de la cual, obviamente, se burló y dijo que no a mi petición de irme a vivir con ella. Ya sabía que era inútil preguntarle, pero tal vez tenía un momento bondadoso y quien dice, me dejaba ir. Fue en vano. Me enojé, así que le dije lo de la herencia y que pensaba matarlo. Hubo un minuto de silencio y luego se hecho reír. En ese momento, saqué mi pistola y le apunté. Su cara de horror era imperdible. Me dio gracia, pero ese no era el momento para reírme, o creería que era una broma. Cargué la bala y le dije: “Adiós, gracias por tu fortuna.” Debo admitir que mi mano temblaba. De un solo disparo en la mitad de la cabeza, me deshice de él. Misión cumplida.
En ese instante, viéndolo tirado, sin vida, sentí dos cosas. Pánico y placer. Sabía que no podía tardar en irme. Pero nada impidió que disfrute al menos unos segundos de la escena. Escondí el revólver en mi bolsillo, cerré la puerta, fui por un abrigo y mi celular. Bajé al hall. Era la una en punto. Ni Claudio ni Julio habían llegado todavía por suerte. Llamé a Matilde para avisarle de que ya estaba en camino y me fui para su casa. Me sentía nervioso, pero al rato, me alivié. Me puse a pensar. Me había convertido en acecino. ¡Ja! Quien lo hubiera pensado del pobre y tímido Guillermo, ¿No?
Al día siguiente, recibí un llamado de la policía. Habían arrestado a Claudio por la muerte de Néstor, y toda su fortuna quedaba en mis manos. Jaque mate.

Cuentos para el trabajo práctico de segundo año

CIGARRILLO A ESCONDIDAS
Juan José Hernández

Quizá llegó con el último bostezo de la siesta, o con el perfume de los naranjos florecidos en la vereda, pero allí estaba el Enano fumando en su pipa de barro cocido. Sonreía y echaba ligeras espirales de humo por sus orejas puntiagudas. El chico se había sentado en la mecedora del patio para ordenar su colección de figuritas Maravillas del Mundo.
Siesta: prohibido hacer ruidos; los mayores duermen.
Debía pues resignarse a juegos silenciosos, como clasificar figuritas, o insectos disecados, llaves antiguas, anillos y amuletos de hueso, o mirar con una lupa el mapa secreto que lo conduciría al cementerio de lo elefantes.
El Enano no se parecía a los del libro de lecturas. Más bien tenía la cara de su amigo Pablo, que vivía enfrente de su casa y lo acompañaba, a menudo, en sus excursiones a una acequia que corría detrás de un terraplén del ferrocarril. Allí, en una piragua, ambos habían remontado hacía poco un afluente del Amazonas, repleto de caimanes.
El chico vio al Enano que fumaba, y se asustó. Dijo en voz baja, como si rezara: Los enanos viven en el bosque. Hacen sus casas bajo la sombrilla de los grandes hongos. A veces recorren los senderos del bosque montados en ratas amaestradas. Roban carreteles vacíos y lápices de colores. Cuando cumplí cuatro años, comieron el soldado de chocolate que mi tía me había traído de regalo. Los enanos no tienen madre. Aparecen después de una tormenta de verano; duermen de día y por la noche, si hay luna llena, bailan tomados de las manos.¿Por qué el enano fuma sin parar?. El tabaco hace mal, mucho mal. Esta mañana casi vomité cuando Pablo me convidó una pitada. Estábamos solos. Había un paquete de cigarrillos sobre la mesa de luz del dormitorio. Pablo, puede venir alguien y sorprendernos. Se burló porque yo tenía miedo. Los chicos que fuman no crecen. Así dicen. No crecen más. Qué importa, trabajaremos en un parque de diversiones o en un circo. El Enano que fuma por la siesta, como nosotros, Pablo.
Estaba a punto de llorar, pero despertó cuando la gata saltó sobre la mesa y desparramó las figuritas en el piso de baldosas. El Enano despareció. Por un momento, en el aire calcinado de la siesta, quedó flotando un ancho anillo mágico de humo.

LOS BOMBEROS
Mario Benedetti

Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: "Mañana va a llover". Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: "El martes saldrá el 57 a la cabeza". Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: "Es posible que mi casa se esté quemando".
Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: "Es casi seguro que mi casa se esté quemando". Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.

jueves, 23 de abril de 2009

La partida no ganada

Por Camila Conti

Me siento un pobre tipo, tímido, mojigato. Es mi hermano Claudio el que siempre piensa por mí. Siempre fue así. Hace muchos años llegamos a esta casa que pertenece a mi tío Néstor, traídos por él. Es un ser tan seco, sin amor y lleno de lujos como la casa misma.

- Ahorren, no malgasten, ¡todo esta será de ustedes algún día!– nos repetía todo el tiempo. Desde chicos ansiábamos que ese día llegara y que el tirano desapareciera de nuestras vidas.
- Tu novia no es una mujer para vos, no tiene roce, ni clase. Es ella o heredarme.

Todo el tiempo le repetía que yo la amaba y que sentía que era la primera vez que tenía algo en mi vida.

- Vos sabes lo que yo pienso y se terminó el tema acá- me contestaba sin delicadeza alguna.

Cuando jugaba al ajedrez con mi hermano Claudio, gozaba cuando podía ganarle. Nunca pude entender cómo podía perder tanto tiempo en eso. Hasta llegaron a anotar los resultados de los partidos. Todo me parecía molesto y absurdo. Su obsesión, ganarle a Claudio. Yo no existía para él, ya que el ajedrez no era mi vicio como el de ellos y como tampoco era su rival.

Una noche mi tío había dado franco a la servidumbre. Las palabras de Matilde taladraban mi cerebro.

- Tu tío o yo, y no hablemos más hasta que tomes una decisión.

Me encontré con Claudio en el hall y le comenté lo que me pasaba.

- Elije a ella- me dijo Claudio con toda naturalidad- ¿por qué tanto problema?
- Voy a hablar con el viejo, pero no sé… ¿dónde está? ¿en la biblioteca?
- No lo molestes, quiere estar sólo- me contestó mi hermano sin mirarme a los ojos. Su voz era rara, casi nerviosa. Su frente estaba húmeda. - ¿Por qué no te vas a un cine o a un bar?- me sugirió Claudio intranquilo.

Mi reloj marcaba las once y diez de la noche, me encogí de hombros y no contesté. Me dirigí a mi cuarto, pero antes de entrar, abrí un mueble del pasillo repartidor. Me estiré y tomé una caja que estaba en el estante superior. “La caja del destino familiar”. La abrí y tomé un arma con la mano temblorosa. Sudaba y no podía controlar mi mandíbula inferior. Definitivamente, tenía terror. Puse el arma en mi bolsillo derecho. Llamé a Claudio, pero no contestó. Seguramente ya habría salido. Vi luz en la biblioteca a través de la puerta entre abierta.

- ¡Tío! , ¿puedo pasar?

Nadie contestó. Abrí y vi a mi tío con la cabeza recostada sobre el tablero de ajedrez. Un vaso de bebida alcohólica vacío descansaba sobre el escritorio. No quise volver a hablar, sería mucho más fácil si estaba dormido debido al efecto del whisky o el coniac.

Tomé el arma, apunté y disparé en su frente.

- Ya está, es el fin- dije susurrando. – Es por Claudio, por Matilde y por mí, tío.

Cuando reaccioné, puse el arma de vuelta en mi bolsillo, salí de la casa y corrí durante por lo menos una hora. Eran las primeras horas del nuevo día. Me senté en un umbral, empapado y temblando.

- Debo tranquilizarme y volver- pensé para mí mismo.

Cuando llegué a la casa, vi desde la esquina todas las luces encendidas y un policía en la puerta que se llevaba a Guillermo esposado, lo subieron a un auto y me quede mirándolo, sin poder moverme, hasta que desapareció en una esquina.

- ¿Usted es Guillermo Álvarez?- dijo otro oficial frente a la puerta principal.
- Sí, señor.
- Acompáñeme- dijo entrando a la sala.
- Su tío ha sido asesinado y su hermano ha confesado la autoría del crimen- me dijo sin interrupciones mientras las lágrimas recorrían mis mejillas.

Una culpa terrible devora mi alma desde aquel día. Rodeado de dinero junto a Matilde, me siento en la oscuridad más profunda. Sólo volví a ver a Claudio el día que fue sentenciado a quince años de prisión, aunque sólo decía ser inocente. El arma nunca fue encontrada…

Aunque esta partida fue ganada por mí, nunca podré disfrutarlo ni ser feliz. Jaque mate para mí.

Cuestión de tiempo

Por Lucía Navarro

Debía tener un final feliz para mí, con Matilde y dinero. Debía tenerlo.

Mi hermosa Matilde, con la que tanto había pasado, al ser que yo más amaba. ¿Cómo me podía hacer esto? Bueno, era entendible. Siempre había un problema, siempre era mi tío el problema. Un ultimátum…
Todo empezó allí.
Tenía que elegir. Pero si elegía quedarme con mi tío, podría ser rico; en caso contrario, me iría con Matilde, pero no tendríamos plata para sobrevivir y tendría que trabajar todo el tiempo. NO, tenía que buscar una solución.
Recapacité, empecé desde el comienzo, me conté de nuevo la historia, para mí. Por enésima vez, creo.

Yo me crié con él y con mi hermano Claudio, el se creía superior y nunca entendí porqué. Siempre nos tiranizó; pero no pudo detener el paso del tiempo y crecimos, como es de esperar.
Claudio era su favorito, siempre lo fue. O esa era mi impresión. Adicto al juego, para obtener dinero jugaba con mi tío al ajedrez. Cada noche tardaban horas jugando, según lo que mi hermano me contaba, el tío anotaba cada jugada en cada partido. Interminable, decía él.
Los dos estudiábamos. Yo, Matemáticas; y Claudio, bioquímica.

Un día, sábado para ser exactos, Matilde me dio el ultimátum. Volví de estar con ella. Estaba en mi casa. En el hall me encontré con Claudio, raramente feliz, y al mismo tiempo preocupado al verme, luego de su jugada habitual de ajedrez con mi tío. No le presté mucha atención.

-¿Qué te pasa?- me dijo Claudio.
-¡Estoy harto! – le dije, librando de mi enojo, pero no parecía hacer nada.
-¡Vamos! Siempre está dispuesto a tragedia- dijo mientras me palmoteó la espalda.
- Matilde me lanzó un ultimátum, ella o tío.
-Opta por ella. Es fácil elegir. Es lo que yo haría...
- ¿Y lo otro?- se me escapaba el enfado por los ojos.- Yo lo haría, pero, ¿con qué viviríamos? Ya sabes como es el viejo… Duro, implacable. ¡Me cortaría los víveres!
- Tal vez las cosas se arreglen de otra manera ¿Quién te dice?

Tal vez las cosas se arreglen de otra manera. Esa frase me dio la solución, pero Claudio ni se lo imaginaba, no era capaz de hacerlo. Pobre ingenuo…

-Bah, no hay escapatoria. Pero yo hablaré con el viejo sátiro. ¿Donde esta ahora?
-Esta en la biblioteca- parecía asustado, no entendía el porqué- pero déjalo en paz. Acaba de jugar la partida de ajedrez y despachó a la servidumbre. El lobo quiere estar solo en su madriguera. Consuélate en un cine o en un bar.

Pensé. Era perfecto, estaba solo. Me encogí de hombros, fingiendo.

-El lobo en la madriguera…Lo veré en otro momento, después de todo…- no terminé la frase.
-Después de todo, no te animarías, ¿verdad?- me dijo ofensivamente.
Lo miré mal, me imagine una escena en que lo golpeaba, pero me contuve.

Ya estaba en mi cuarto, pensando en cómo ejecutar.
La tomé y me fui al cuarto del tío. Él estaba medio inconciente. Aproveché la oportunidad y lo hice. Simple. Solo uno… solo uno. Hora: 22:10
Tenía que haber un culpable y no sería yo: borré del cuaderno de partidas de mi tío y Claudio una parte. Un partido sin terminar…Una muerte en el medio…
Tiré el arma por la ventana de su cuarto, que daba a un callejón.
Perfecto. Después de todo, Claudio me lo agradecería, incluso desde la cárcel. Si, señor.
Contento, feliz... era indescriptible la sensación. Era hermoso. Tenía un final feliz escrito para mí, con Matilde y dinero. Un final feliz.
¿Y ahora qué? ¿Qué se hace luego? Coartada, sí. Me faltaba eso.
Me fui de allí a hablar con el mayordomo. Lo convencí de que acababa de llegar, luego de cruzarme con Claudio, que no podía dormir debido a mi situación con Matilde y le pedí que me distrajera. Jovial, el mayordomo aceptó; el tampoco podía dormir.
Tenía problemas con su hija, pero no le escuché más que eso.
Hablamos durante horas. Mis estudios, el tío, su familia, mi amada, y muchos temas más surgieron en la conversación, en la que yo casi no participé. Mi mente divagó en si me descubrirían, y miles de cosas mas. Pera ya estaba todo hecho. Si, todo hecho. Me alivié.
Las horas pasaron rápido, ya que la única imagen cruzada por mi mente era con Matilde y mi futura familia.
¿Pero y la sensación de culpa? La esperé atento pero no apareció… hasta que la busqué. Si, sensación de ahogo en el pecho. Horrible, espantoso. ¿Cómo pude? Nunca le importé verdaderamente a mi tío, pero me había criado con el.
¿Y si me descubrían? No, ¿Quién se enteraría? Ese era mi secreto. Solo mió.
NO, lo hecho hecho está. Solo me esperaba mi final feliz. Si, solo eso.

El mayordomo se disculpó, alrededor de las dos y treinta de la madrugada, que debía cambiar las velas prendidas que ya estarían gastadas.

La policía estaba en mi casa. Yo estaba con la misma ropa con la que llegué. Claudio no parecía llegar... Sospechoso, ¿no?...
Revisaron el cuerpo de mi tío- Mi cara estaba pálida, no por su muerte, claro. Pero rogaba que no encontraran evidencias…- Revisaron todo el cuarto, luego. Entrevistaron al mayordomo y luego a mí.

Nervios, muchos. Pero todo fue fácil, creo.
También conté mi versión, la que todos escucharían. También mentí, pero ¿a quién le importaba ya?

- Volví de estar con Matilde, mi novia. En el hall me encontré con Claudio, mi hermano mayor. Me informó que los criados habían sido despachados según órdenes del tío. Hablamos unos pocos minutos y me fui al cuarto del mayordomo. Vi su luz prendida y le pregunté si podía quedarme allí, ya que tenía que distraerme. El me recibió con los brazos abiertos y allí hablamos hasta que, como siempre, a las dos treinta aproximadamente fue a cambiar las velas de todos los faroles de la casa. Cuando volvió me informó de lo que vio e inmediatamente los llamamos.
- Su hermano, ¿sabe usted donde estaba?
- No, señor. Solo se que, como todas las noches, jugó el partido de ajedrez con mi tío. Luego yo me lo encontré en el hall y desde allí no he sabido nada.
- ¿Sabe de usted de alguna enemistad posible de su tío?
- No, lo ignoro. Nunca he sabido de nada sobre el asunto, y tampoco me ha importado realmente.
- Esta bien…- respondió pensativo el agente Villegas.- Un oficial lo acompañara a algún hotel cercano así puede pasar la noche. Su hermano lo acompañara luego, supongo… Hasta luego- Se retiró de la habitación.

No me enteré de nada hasta el día siguiente. Me había quedado dormido profundamente. Estaba exhausto.
Todo había sucedido. Me enteré tarde, pero me enteré.
¿Claudio había confesado el asesinato? ¿Pero cómo? ¿Qué él, justamente él, había matados a nuestro tío? Las trampas así lo indicaban, claro, pero él lo confesó. Inaudito. No lo entendía. Matilde se enteró y me llamó; me dio su sentido pésame, pero yo veía alegría en sus ojos. La herencia sería tramitada luego del funeral.

La culpa, diminuta pero existente, me carcomía la cabeza. Llamé a mi hermano a la cárcel. Le pregunté y le conté sobre mi asesinato. Creo que su reacción habrá llamado la atención de toda la cárcel. Al final, claudio se tranquilizó y pudimos hablar (algo así porque igual estaba medio paralizado). Llegamos a un acuerdo: el iba a aceptar la culpa, Yo, que la plata ya estaba en mi cuenta bancaria, me iba a ir al exterior; le di la contraseña de mi cuenta corriente para qué, una vez ido yo, pudiera confesar y quedarse con el resto de la herencia que estaba en la cuenta. Aceptó, acepté. Solo era cuestión de tiempo para que los dos fuéramos felices.
El día siguiente recibí una llamada.
No me lo esperé, nunca me lo hubiera esperado. MI hermano me había delatado… antes de tiempo. La policía apareció en mi casa, me llevaron al juzgado y la prueba irrefutable era la conversación telefónica que tuve con mi hermano.
Mi hermano quedó libre y se llevó todo el dinero. Con mi cadena perpetua, ¿para qué lo iba a necesitar?
Desde el momento que maté a mi tío, era cuestión de tiempo para que me enterara que mi final feliz iba a ser en una cárcel, sin Matilde, sin dinero, sin familia. Solo. Y recién ayer, después de tantos años encerrado acá, me di cuenta de que fue por culpa de la avaricia. ¿Quién necesita dinero si puede ser feliz amando?

YO, yo lo necesito.

lunes, 20 de abril de 2009

Historia del Haití colonial



  • La Isla de Santo Domingo (lleva ese nombre desde hace 150 años, y es conocida por su antiguo nombre de La Española o Hispaniola) es una isla de las Grandes Antillas, en el mar Caribe. Cristóbal Colón bautizó la isla como La Española tras desembarcar en ella el 5 de diciembre de 1492.

  • La primera etapa colonial estuvo centrada en la explotación de los yacimientos de oro, y luego en la producción azucarera. La cual cayó en el siglo XVII. Así, los colonos comenzaron la producción de tabaco, jengibre, café y ganado.La introducción de enfermedades europeas, para las cuales los indígenas no tenían defensa, sumado a hambrunas, matanzas, y las terribles condiciones de los indígenas esclavizados, condujeron a un descenso abrupto de la población que para 1506 no superaba los 60.000, incluyendo a los europeos y se considera virtualmente extinta a partir de 1540. La cultura indígena fue totalmente aniquilada en tanto que los pocos sobrevivientes fueron asimilados al resto de la población.

  • Durante sus primeros años la colonia mostró un gran auge, pero con las conquistas españolas en el continente americano (fundamentalmente las de México y Perú), la colonia entró en una larga decadencia, en que la zona occidental de la isla fue progresivamente abandonada.A partir de allí los franceses comenzaron a colonizar la zona occidental de la isla que había sido descuidada por los españoles. En 1697 el tratado de Ryswick formaliza la cesión esa zona a Francia. La parte francesa tomó el nombre de Saint-Domingue. La primer capital fue Cap-Français (actual Cap-Haïtien) puerto ubicado en el norte del país.

  • La isla prontamente se transformó en la principal colonia francesa y, posiblemente la más rica colonia del mundo, gracias a la proliferación de plantaciones de azúcar, café, y otros productos. El sistema de plantaciones estuvo basado en el uso de gran cantidad de esclavos, que viviendo y trabajando en penosas condiciones morían rápidamente lo que obligaba a masivas importaciones de nuevos esclavos.

  • La sociedad se organiza en diferentes grupos basados en la pureza racial y el poder económico. Los diferente grupos eran:
    Los grandes blancos. Este grupo estaba conformado por los funcionarios del gobierno francés y los dueños de las grandes plantaciones. Éstos eran la cúspide de la pirámide social de la colonia, también fueron conocidos como la burguesía colonial esclavista
    Los pequeños blancos. Este grupo estaba formado por blancos que no poseían tierras y que trabajaban en tareas comerciales y artesanales. Era un grupo muy conflictivo porque tenían fuertes recelos de los mulatos a quienes consideraban inferiores pero que muchas veces poseían fortunas muy superiores.
    Los mulatos y negros libres. Un grupo muy heterogéneo. Normalmente pretendían emular la vida y las costumbres francesas. Sus miembros llevaban cuenta precisa del porcentaje de sangre negra que llevaban en su sangre de manera que aquellos que tenían menos porcentaje se encontraban en un nivel social más alto. Esta clasificación era tan precisa que tenía 32 niveles diferentes con diferentes nombres para cada nivel....
    Los esclavos. El número de esclavos superaba al de blancos en una proporción de más de 20 a 1, alrededor del 80 por ciento trabajaba en las plantaciones. Su origen era muy variados ya que pertenecían a muy diversas etnias con costumbres y lenguajes muy diferentes. Esto contribuiría, unido al tráfico continuo, las muertes tempranas, las enfermedades y las fugas, al surgimiento de un idioma producto de la mezcla de distintas lenguas africanas. Hoy día el idioma del pueblo haitiano es el créole, resultado de esta mezcolanza.
    Los negros cimarrones. El término cimarrón, que tiene origen en el Santo Domingo español, quiere decir salvaje, y se aplica a los esclavos que huían de sus dueños y que muchas veces se refugiaban en las montañas, ya sea en forma solitaria o formando pequeñas comunidades. Aun cuando su número permaneció limitado su importancia ha sido fundamental ya que estos fugitivos, rondaban las plantaciones para proveerse de víveres y alentando a los esclavos a rebelarse.

  • Entre 1751 y 1758, Mackandal, un esclavo cimarrón nacido en África, a partir de haber perdido un brazo en las labores de un ingenio azucarero, huye a las montañas desde donde ataca frecuentemente las plantaciones, matando blancos, muchas veces con la ayuda de venenos, y alentando a los negros a sublevarse. Finalmente fue capturado y ejecutado, pero su memoria, y especialmente sus tácticas, ejercieron gran influencia en los hechos posteriores.

  • La Revolución Francesa del 11 de septiembre de 1789 tuvo un fuerte impacto sobre la sociedad racista y esclavista de la colonia. Inicialmente la igualdad entre los hombres proclamada por la revolución no se aplicaba a los esclavos, pero tampoco a los mulatos ni a los negros libres. Las luchas internas entre monárquicos, girondinos, jacobinos, etc. y las luchas contra otras naciones se sumaron a las ya fuertes contradicciones de la sociedad colonial. Los hechos acontecidos en Francia se reflejaban en la colonia. Todo con un cierto retardo debido a las comunicaciones.

  • La crisis política en la colonia francesa empezó por la cúspide de su pirámide social: los grandes blancos. La burguesía colonial esclavista se dividió en dos bandos, uno integrado por los grandes propietarios y comerciantes, y el otro integrado por la burocracia (es decir, los grandes funcionarios civiles y militares). Los grandes propietarios y comerciantes querían la separación de la metrópolis, mientras los segundos se oponían. Las razones para separarse eran meramente económicas: los grandes blancos querían la independencia de la colonia porque Francia le prohibía el comercio con otros países, especialmente con los Estados Unidos de América; por las pérdidas que se sufrían a consecuencia de las guerras europeas, y porque querían vencer los controles impuestos por la polis a la trata negrera. En cambio, los grandes funcionarios permanecían fieles a Francia.

  • El 14 de agosto de 1791 se habría producido en Bois-Cayman una ceremonia del sacerdote vudú Boukman que es considerada por muchos como el punto de partida de la Revolución Haitiana. El 22 de agosto de 1791 estalla la rebelión en el norte. Dirigidos por Boukman decenas de miles de esclavos se sublevan. No solamente matan a todos los blancos (muy pocos fueron respetados) sino que destruyen las haciendas, que representan el instrumento de la opresión. Boukman muere en noviembre y su cabeza es exhibida en Le Cap, pero muchos líderes continuarían la lucha y el estado de inseguridad permanecería vigente. hasta el siglo 20.

  • El 4 de febrero de 1794 la Convención Nacional Francesa declara abolida la esclavitud de los negros en todas las colonias francesas.

  • Luego de una guerra en la que el ejército haitiano logra liberarse de los acechos de España y Gran Bretaña, en la cual los jefes militares haitianos se rebelan contra el gobierno francés, el 1 de enero de 1804 Dessalines proclamó la independencia en Gonaïves. De esta forma Haití se convirtió en el primer Estado independiente de América Latina. Dessalines, un esclavo nacido en una plantación del Norte, quedó como jefe del recién Estado haitiano. Decidió después de su primer año de mandato proclamándose a sí mismo Emperador del país con el nombre de Jacques I. El emperador dio a su gobierno una fuerte impronta nacionalista pero al mismo tiempo buscó consolidar su poder personal creando un Estado autocrático, similar al que nacía en Francia durante esos años. Sus métodos autoritarios, derivados de la implementación del «fermage», y una suma de luchas en toda la isla llevaron a una decadencia del imperio, lo que dio como resultado que el este de la isla fuese recuperado por los españoles, mientras que en el oeste se constituyese un complot entre los generales .

  • Henri Christophe, un antiguo esclavo, estableció en el norte un estado que en el año 1811 convirtió en reino, proclamándose Henri I; en el sur, el mulato Alexandre Pétion gobernó una república, que brindó amplio apoyo en armas y dinero a Simón Bolívar, a cambio de la abolición de la esclavitud en los territorios que fueran liberados. Pétion estaba convencido de que sólo la independencia de toda América garantizaría la de Haití, acosado por las potencias europeas y por Estados Unidos.

  • Muerto Pétion en 1818, el general Jean Pierre Boyer es electo presidente de la república y cuando Henri I se ha suicidado, reconquista el norte del país en 1820 consolidando la república.

Alejo Carpentier. Datos biográficos

En la foto, de izquierda a derecha, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier y Carlos Fuentes en la década de los setenta.

“Cubano por nacimiento, esencialmente europeo por educación y profundamente hispanoamericano por inclinación, Carpentier figura entre los escritores más cultivados de la lengua española en nuestro tiempo».



«Me parece que Alejo Carpentier es, con Gabriel García Márquez, la más alta figura de las letras latinoamericanas contemporáneas, porque con una ciencia creativa poco común, dominó y explotó una corriente tan original y tan profundamente americana hasta integrarla a la literatura universal». (André Couffon)



  • Nace el 26 de diciembre de 1904 en la calle Maloja, La Habana.

  • Ya en 1921 preparó su entrada en la escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, aunque abandona los estudios con posterioridad. Su vinculación al periodismo comienza en 1922 en "La Discusión", una carrera que lo va a acompañar por el resto de su vida.

  • Protagoniza en 1928 una sorprendente fuga a Francia con pasaporte del poeta francés Robert Denos. En Francia trabaja como periodista, colabora con importantes publicaciones y es el momento en que decide estudiar a profundidad América, hecho que le toma ocho años de su vida.

  • En 1939 regresa a Cuba y produce y dirige programas radiales hasta 1945. En 1942 es seleccionado el autor dramático del año por la Agrupación de la Crónica Radial Impresa. Viaja a Haití con su esposa Lilia Esteban y Louis Jover; fue un viaje de descubrimiento del mundo americano, de lo que llamó lo real maravilloso. Después de su viaje a México en 1944 realiza importantes investigaciones musicales. Publica "La música en Cuba" en México (1945).

  • 1949 es el año en que publica, en México también, "El reino de este mundo".

  • De 1945 a 1959 vivió en Venezuela.

  • Regresa a Cuba en 1959 para manifestar su eterno compromiso con La Revolución Cubana. Es nombrado Subdirector de Cultura del Gobierno Revolucionario de Cuba (1960).

  • Carpentier recibió la influencia directa del surrealismo, y escribió para la revista Révolution surréaliste, por encargo expreso del poeta y crítico literario francés André Breton. "El siglo de las luces" ve la luz en México en 1962. Es designado ministro consejero de la Embajada de Cuba en París. Publica en París "Literatura y conciencia política en América Latina" que incluye los ensayos de "Tientos y diferencias" con excepción de «La ciudad de las columnas».

  • La Editorial Siglo XXI publica "La consagración de la primavera" en 1979. "El arpa y la sombra" se edita en México, España y Argentina. Recibe el Premio Medicis Extranjero por "El arpa y la sombra". Es el más alto reconocimiento con que premia Francia a escritores extranjeros.

  • Fallece en París el 24 de abril de 1980.

lunes, 6 de abril de 2009

Literatura Argentina. Consideraciones de forma y contenido para trabajos domiciliarios.

La evaluación de los trabajos prácticos no sólo tendrá en cuenta los contenidos sino el cumplimiento de estas pautas.
Nuestra aspiración es “desescolarizar” la escritura y convertirla en una escritura pre-universitaria.
Las pautas que se dan aquí son convencionales. Salvo indicaciones de otros docentes, pueden usarlas para cualquier tipo de trabajo en otras materias.
Lean estas consideraciones atentamente.

Consideraciones de escritura y contenido.

Antes de escribir

1. No bajes información directamente de Internet. Podés usar algunas páginas Web como apoyo bibliográfico, citándolas oportunamente. PERO NO USES sitios tales como El Rincón del Vago, Monografías.com o cualquier similar. El docente se da cuenta enseguida y lo considera un aplazo.
2. ADEMAS LOS TRABAJOS DE ESTA MATERIA ESTAN DISEÑADOS ESPECIALMENTE PARA NO PODER BAJARLOS DE INTERNET. SI LO HACES, NO ESTARÁS CONTESTANDO LO QUE TE PREGUNTAN
3. Si el trabajo es individual, podés reunirte a investigar o discutir ideas con algún compañero, pero el proceso de escritura es completamente individual. Dos trabajos que contengan textos similares, serán considerados aplazos.

Consejo:
· Esforzate en hacer tu propia lectura, interpretación y escritura de los textos. Eso siempre da buen resultado. Lo otro generalmente NO DA resultado.

Durante la escritura

4. Tené en cuenta que todos los textos deben tener coherencia interna y claridad conceptual.

Consejos:
· Usá conectores entre una oración y otra (de causa, de comparación, de consecuencia, etc)
· Mantené siempre el mismo tiempo verbal. En este parcial el tiempo verbal predominante debería ser el presente.
· No repitas palabras: utilizá pronombres, sinónimos, y palabras generales
5. Argumentá todas las afirmaciones que efectúes.

Consejos:
· No temas a construir respuestas largas. No prefieras la brevedad.
· Pero tampoco copies textualmente largos fragmentos de material bibliográfico.
· Ejemplificá con partes del texto citadas, o enunciadas a partir de una elaboración personal.
· Consultá, si te parece necesario, bibliografía especializada y citala. Hay bibliografía disponible en biblioteca.

6. Cuando tengas que desarrollar o explicar un fragmento, tené en cuenta tanto el fragmento en cuestión como las frases que lo preceden o anteceden, así como el contexto que lo rodea (temática general del capítulo o de la obra).

Después de la escritura.

Consejo:

· Revisá lo que escribiste más de una vez, dáselo a leer a alguien para ver si se entiende lo que quisiste decir, o leé el texto en voz alta.


Consideraciones de forma.

· El texto debe incluir portada con los datos del trabajo y las consignas que se le destinaron.
· Entregá tu trabajo impreso, abrochado, sin folio ni carpeta.
· Tipo de letra: Times New Roman. Tamaño 12 Interlineado 1 y1/2 Hoja: A4. Estas son las convenciones para entregar un trabajo universitario, académico o profesional. Usalas siempre.
· Los nombre de los textos, siempre en itálica. Ejemplo: El Matadero, Facundo
· Dejá sangría, tres espacios, cuando comiences un párrafo.
· Controlá el buen uso de los signos de puntuación.
· Usá comillas si citás textualmente. No cites más de cinco líneas. Separalas de tu propio texto, dejando un espacio de por medio.
· Revisá la ortografía. Tengan en cuenta los acentos de los verbos conjugados en pretérito perfecto, ya que los correctores ortográficos automáticos no los consideran, (por ejemplo” limpio” y “limpió”) y demás ambigüedades del lenguaje.
· Citá la bibliografía que utilices al final del trabajo.
· Fecha de entrega:.
· El docente se reserva la decisión de defensa oral del trabajo.