domingo, 26 de abril de 2009

Asesino por respeto

por María Josefina Selvanovich

Qué ingenuo era Claudio. Sí, yo soy tímido y muy mojigato. No sabe de lo que soy capaz.

Al principio me sentí extraño, mal. Me sentí un asesino. Ya me había enterado del maligno pero ingenioso plan de Claudio. Con todo lo que tenía en su mente, no se percataría de que yo podría matar al viejo. ¿Quién sospecharía de una persona como yo? Y con mi idea Claudio saldría perjudicado, y yo beneficiario.

Todo surgió el día que me enamore de Matilde. Tan bella como ella sola. Pero cuando se la presente al viejo, solo me dijo unas palabras.

- Le falta cuna, le falta roce. Es una ordinaria.

Que terco y caprichoso, no entiendo que es lo que quiere.

Con Claudio siempre fue diferente. ¡Bah! Apostaban en póquer y carreras de caballos, pero para eso, el viejo no le daba ni un centavo. Tan tacaño. Luego se empeñaron en jugar partidas de ajedrez. Creo que por dinero también. Aunque mi hermano no estaba muy contento, siempre quería irse al club.

Era sábado, a las veintidós. Fui a ver a Matilde a su casa. Me miró con cara de decepción y me dijo que era ella o el tío. Le dije que para mañana almorzaríamos y le daría mi respuesta. Un tanto idiota de mi parte.

Llegué al palacio del tío. Lo busqué para hablarle, pero no lo encontré. Baje las escaleras hacia el hall preocupado y me encontré con Claudio. Seguro estaba apunto de obrar.

- ¿Qué te pasa? – me preguntó.

- ¡Estoy harto! – le repliqué

- ¡Vamos! –me palmoteó la espalda – Siempre está dispuesto a la tragedia...

- Es que el viejo me enloquece. Últimamente, desde que volviste a la Facultad y le llevas la corriente con el ajedrez, se la toma conmigo. Y Matilde...

- ¿Qué sucede con Matilde?

- Matilde me lanzó un ultimátum: o ella, o tío.

- Opta por ella. Es fácil elegir. Es lo que yo haría...

- ¿Y lo otro? Yo lo haría; pero ¿con qué viviríamos? Ya sabes como es el viejo... Duro, implacable. ¡Me cortaría los víveres!

- ¡Bah!... –curveé mis labios- No hay escapatoria. Pero yo hablaré con el viejo sátiro. ¿Dónde está ahora?

Claudio pensó un momento antes de hablar, seguro es por lo que trama. ¡Ja! Que ingenuo.
- Está en la biblioteca –exclamó-; pero déjalo en paz. Acaba de jugar la partida de ajedrez, y despachó a la servidumbre. ¡El lobo quiere estar solo en la madriguera! Consuélate en un cine o en un bar.

- El lobo en la madriguera... –repetí. Pensé unos segundos y agregue, aliviado-: Lo veré en otro momento. Después de todo...

- Después de todo, no te animarías, ¿verdad? – me gruñó

¿Quién se piensa que es? cambié. Puedo matar al viejo si quiero. Y eso haré. Le clavé la mirada y me fui a dar una vuelta.

Una vuelta. Fui a mi casa a buscar un arma. Yo no sería cobarde, claro que no. Lo asesinaría con una bala en el medio de la frente. Yo, asesino y no Claudio. Millones para mí y para mi preciosa Matilde.

Agarré mi arma y le puse las balas. Mis manos temblaban. Mi cabeza pensaba si me descubrían. ¡Imposible! Me escabulliría por la ventana de la biblioteca y me escondería. Luego aparecería como si nada para hacer de víctima y llevarme el botín. Y, por supuesto, descubrir el “ingenioso” plan de Claudio.

Fui caminando hacia la casa de Néstor Álvarez. Mi tío. Miré mi reloj. Once y treinta y seis de la noche. Debía apurarme. Claudio seguro estaría dando vueltas por el puerto. Llegué y me dirigí hacia la biblioteca donde se encontraba mi tío. Lo vi sentado en su sillón, con respiración agitada y sudando. ¡Lo sabía! Claudio el muy cobarde, había usado un veneno. Saqué mi arma. El viejo me clavó su mirada de perro moribundo. Su respiración era cada vez más débil. Le apunté a la frente. Disparé. Lo había matado impunemente...

Por primera vez sentí una angustia infalible. Me sentí mal. Pero ya estaba todo hecho. No había vuelta atrás. Millones y millones de pesos solo para mí. Claudio habría fracasado. Oí la voz de Julio del otro lado y me percaté de lo que había ocurrido. Seguí con mi plan y me escabullí.

Volví a mi casa como si nada. Me senté en mi sillón y proseguí. Ya era medianoche. Mi cuerpo temblaba. Y sonó el teléfono. Contesté. Era Julio que muy desesperado me contaba que había encontrado el cuerpo de mi tío tirado en la biblioteca con un balazo en la frente. Lágrimas me caían. Lágrimas falsas. Le dije que llamara a la policía. Y que mi hermano estaba detrás de todo esto.

Decidí ir a hacerle compañía a Julio, después de todo, debía hacer papel de víctima. Hablé con los policías. Me interrogaron y acusé a mi hermano de haberlo asesinado. Los policías salieron a esperar a Claudio mientras yo me escondí para presenciar como lo atrapaban. Millones y respeto para mí. Cárcel para Claudio.

Dos y treinta de la madrugada, los oficiales entraron con Claudio. Y lo comenzaron a interrogar. Toda una larga explicación por parte de mi hermano. Ya era culpable.

- ¡Basta! Si lo saben, ¿para qué lo preguntan? ¡Yo lo maté! ¡Yo lo maté! ¿Y qué hay? ¡Lo odiaba con toda mi alma! ¡Estaba cansado de su despotismo! ¡Lo maté! ¡Lo maté!

El inspector no lo tomó tan a la tremenda.
- ¡Cielos! –Dijo- Se produjo más pronto de lo que yo esperaba. Ya que se le soltó la lengua, ¿dónde está el revolver?

- ¿Qué revolver?

- ¡Vamos, no se haga el tonto ahora! ¡El revólver! ¿O ha olvidado que lo liquidó de un tiro? ¡Un tiro en la mitad del frontal, compañero! ¡Qué puntería!

¡Qué idiota! Había olvidado por completo que Claudio lo quería asesinar con veneno. Karma. Estaba atrapado. Angustia. Miedo. No soportaba más, debía confesarme

- ¡¡Basta!! ¡Yo lo maté! ¡Yo lo hice a sangre fría! Aquí está el revolver. No lo soportaba más a ese viejo.

Todos quedaron atónitos. Mi cara empapada en lágrimas. La cárcel.

- Bien entonces. Señor Guillermo Álvarez, queda arrestado por homicidio. Pero ¿Y qué hay de usted? Ha confesado que ha matado al viejo. ¿A qué se refería?

Mi hermano había caído en la trampa. Al menos no iré solo a la cárcel.

- Le había puesto aconitina a su coñac. Seguro estaba moribundo cuando Guillermo lo baleó.

- Entonces ambos quedan arrestados.

Así terminó nuestra historia. Los millones quedaron para mi querida Matilde, y para el resto de nuestra familia. ¿En cuánto a nosotros? Tenemos unos cuantos años en la cárcel.

1 comentario:

Estela Dominguez Halpern dijo...

Qué buenos escenarios planteaste!
Muy buena re escritura
Felicitaciones Josefina