domingo, 26 de abril de 2009

Un asesinato familiar

Por Sofía Chiodi

En ese entonces, yo vivía en la mansión de mi tío Néstor, junto a mi hermano Claudio. Todos los días eran iguales. Siempre la misma rutina. Nos levantábamos a las ocho de la mañana, tomábamos el desayuno, mi tío leía el diario con su infaltable taza de café a mano, mientras se quejaba de cosas como la vida, de mí o de la política. Cuando terminábamos, yo me iba a trabajar, mi hermano a la facultad y mi tío se quedaba en su cuarto o en la biblioteca.
Cuando yo llegaba era de noche. Julio, el mayordomo, me ofrecía algo para tomar, y al rato cenábamos todos juntos. Aunque a veces, salía a comer con mi novia, Matilde.
Una vez que terminábamos la cena, Claudio y Néstor jugaban su diaria e interminable partida de ajedrez. Gracias a esto, mi tío ya no se desquitaba con Claudio. Lo consideraba mejor que yo, claro, él jugaba con el tío, charlaban, y Claudio se ganaba su confianza. Por lo tanto, al único que criticaba era a mí. Solo a mí y a mi novia Matilde.
El viejo ya me hartaba. Sólo lo estaba soportando por… sus millones. Exacto, su dinero, su mansión, sus posesiones. Nada más que por eso. No veía la hora de que toda su fortuna, sea mía y de mi hermano, de que al fin pudiera irme a vivir con mi amada. Pero no, el tío seguía vivo y con mucho espíritu. Parecía que la vida no se le agotaba.
Un día, mientras daba un paseo con Matilde, ésta me dijo que no quería seguir ocupando el segundo puesto en mi vida, que quería que desde ese momento, la prefiriera a ella antes que a mi tío, y que quería que nos fuéramos a vivir juntos.
Al oír estas palabras me quedé petrificado. Miles de ideas pasaron por mi mente. Obviamente Néstor no iba a aprobar que me fuera a vivir con Matilde. Seguramente me desheredaría. Me quedaría sin ni un centavo de toda su riqueza. Por otra parte, se la daría toda a Claudio… tal vez podría pedirle que me diera la mitad aunque el tío se la hubiera dejado toda a él. No, no funcionaría. Pero si no me mudaba con mi novia, ella me dejaría. Quería echarle la culpa a Matilde por ponerme en esa situación tan difícil, pero sabía que ella tenía razón. Casi nunca nos podíamos encontrar por mi tío, ella no podía siquiera entrar a mi casa y si a Néstor se le ocurría prohibirme verla, debía obedecerlo. Matilde se despidió de mí y se fue. Debía comunicarle mi decisión lo antes posible.
Me quedé sentado en un banquito del parque pensando. Se me ocurrían muchas soluciones al asunto, pero todas eran inútiles. Era una situación difícil. Cualquiera opción que eligiera, iba a perder algo de todos modos. Me estaba poniendo nervioso. No sabía que hacer.
De pronto, una idea surgió en mi mente. Era algo tenebroso, pero de esa manera conservaría la herencia, y a mi novia: la muerte de mi tío.
Comencé a agitarme. Un frío recorrió mi espalda. Muerte, que palabra tan… llena de distintas emociones. Primero sentí que era lo correcto si quería pasar mi vida con Matilde; debía deshacerme del viejo sin que nadie sospechara, heredar su fortuna, y poder vivir en tranquilidad con mi novia.
Luego comencé a sentir miedo. ¿Matarlo? ¿Sería realmente la única salida? ¿Y si me descubrían? ¿Se lo podría contar a Claudio? Preguntas como esas surgían unas tras otras. Me estaba volviendo loco.
Al cabo de un rato me cuestioné si realmente valía la pena convertirme en asesino por amor. Amor… si ella realmente me amaba, me hubiera esperado, o hubiera entendido mi situación. Aunque algo de razón tenía. No era placentero estar saliendo con alguien con el cual casi nunca puede ver o hablar. Pero ¿llegar a tanto como para hacerme elegir entre ella o mi tío?
“Basta”, me dije. Debía pensar claramente quién era más importante en mi vida. Néstor, de quien yo estaba harto, quien siempre tenía algo que criticar de mí, quien hacía una notable diferencia entre Claudio y yo, quien me prohibía ver a mi amada, pero quien tenía una fortuna, con la cual podría vivir como rey sin trabajar por el resto de mi vida. O Matilde; una muchacha amable, pero muy impaciente y celosa. A pesar de todo yo la amaba y eso nunca iba a cambiar.
Al pensar en estas dos descripciones, la respuesta debería ser obvia: Matilde. Pero sin embargo, ahí estaba yo, dudando.
Pasaba el tiempo y yo seguía meditando qué hacer. Al rato me decidí. La única salida para tener una vida feliz sería quedarme con mi amada, pero ella no era muy adinerada. A penas y le alcanzaba para llegar a fin de mes, y yo, sin la fortuna de mi tío, era otro pobre empleado, que no ganaba mucho.
Todo este pensamiento, me hizo llegar a la conclusión de que debía quedarme con ambas cosas: la fortuna de mi tío, y con el amor de mi vida. Lo único que debía hacer, era pensar un modo de deshacerme de mi tío, para así heredar los bienes.
Mis opciones eran: fuego o un disparo. Aunque quemando “accidentalmente” su habitación, no era la manera. Sería muy obvio que era intencional. Así que opté por un disparo, y si mi plan fallaba, aceptaría mi condena. Prefería cualquier cosa, antes que estar bajo las órdenes de Néstor, un segundo más.
A eso de las veinte, regresé a casa. Ese día había faltado al trabajo para verme con Matilde. Cuando llegué, no vi a Julio por ningún lado, así que decidí ir a mi habitación. Allí prepararía el arma para cuando Claudio y Néstor concluyeran su partida de ajedrez.
Eran las veintiuna, y ya todo estaba listo. Llamé a Matilde, avisándole que me quedaría con ella. Cuando terminé de hablar, Julio me avisó que la cena estaba servida.
Bajé a comer. Fue una cena silenciosa y rápida. Nadie hablaba ni comentaba nada. Me pareció extraño que mi tío no preguntara a donde había estado, pero me alivió, porque tendría que haber inventado una historia, y realmente, no era muy bueno en eso.
Antes de que Claudio y Néstor comenzaran la partida, me fui al baño. Me estaba poniendo muy nervioso al pensar en la situación.
A las veintitrés bajé las escaleras con mi arma lista. Planeaba averiguar donde estaba el tío. Al llegar al hall, me encontré con Claudio, quien me preguntó que me ocurría. No le pude mentir. Le dije estar harto del tío y de sus manejos conmigo. Le conté lo de Matilde, y le pregunté donde estaba el viejo en ese momento. Me dijo que estaba en la biblioteca, pero que no lo molestara. Parecía algo nervioso.
Esperé a que se fuera. Todo estaba en silencio. Los sirvientes ya habían sido despachados. Pero Julio siempre volvía más tarde para asegurarse de que todo estuviera en orden antes de volver a su casa. Eran las once y media de la noche. Entré a la biblioteca. Néstor parecía algo sorprendido por mi visita.
Fui “directo al grano”. Le dije la situación que estaba viviendo con Matilde, de la cual, obviamente, se burló y dijo que no a mi petición de irme a vivir con ella. Ya sabía que era inútil preguntarle, pero tal vez tenía un momento bondadoso y quien dice, me dejaba ir. Fue en vano. Me enojé, así que le dije lo de la herencia y que pensaba matarlo. Hubo un minuto de silencio y luego se hecho reír. En ese momento, saqué mi pistola y le apunté. Su cara de horror era imperdible. Me dio gracia, pero ese no era el momento para reírme, o creería que era una broma. Cargué la bala y le dije: “Adiós, gracias por tu fortuna.” Debo admitir que mi mano temblaba. De un solo disparo en la mitad de la cabeza, me deshice de él. Misión cumplida.
En ese instante, viéndolo tirado, sin vida, sentí dos cosas. Pánico y placer. Sabía que no podía tardar en irme. Pero nada impidió que disfrute al menos unos segundos de la escena. Escondí el revólver en mi bolsillo, cerré la puerta, fui por un abrigo y mi celular. Bajé al hall. Era la una en punto. Ni Claudio ni Julio habían llegado todavía por suerte. Llamé a Matilde para avisarle de que ya estaba en camino y me fui para su casa. Me sentía nervioso, pero al rato, me alivié. Me puse a pensar. Me había convertido en acecino. ¡Ja! Quien lo hubiera pensado del pobre y tímido Guillermo, ¿No?
Al día siguiente, recibí un llamado de la policía. Habían arrestado a Claudio por la muerte de Néstor, y toda su fortuna quedaba en mis manos. Jaque mate.

1 comentario:

Estela Dominguez Halpern dijo...

Buena introspección de Guillermo. Felicitaciones Sofia!