domingo, 26 de abril de 2009

Una muerte jugada

por Camila Conti


Indeciso, preguntón, confundido, ¿Mi tío o Matilde? ¿Dinero o Amor? ¿Con que me quedo? … Pasaron horas y finalmente me decidí.

Visitábamos a mi tío Néstor junto a Claudio, al llegar a su casa nos sentíamos en un laberinto, con paredes doradas por el brillo de las monedas. Un palacio donde lo único que se reflejaba era todo aquello que lo enriquecía.

Sólo podía observar el rostro de mi bella Matilde en las monedas de oro. Sólo imaginaba una buena vida con ella. Pero NO, algo lo impedía…. Mi tío.
Trataba de despistarme, de no pensar que era aquello que no me dejaba ser feliz, intentaba olvidar que era mi tío Néstor el que me lo impedía, pero se me hacia imposible.

Claudio y mi tío jugaban un partido de ajedrez, acompañado con charlas y bebida, dentro del escritorio. Todo un misterio, escuchaba murmullos, no entendía, sabia que hablaban de algo sospechoso… Algo sobre alguna apuesta; algo así.
Decidí acercarme más y poder entender. Se escuchaba como mi tío trataba de inteligente a Claudio, me daba cuenta que con el se llevaba mucho mejor, aunque sabia que mi hermano claudio estaba muy interesado por monedas y billetes ajenos, antes que una buena relación.

Me dirigí a hall para pensar un rato de todo aquello que me estaba pasando, tenía miedo, mi estado era pensativo y confuso, solo quería decidirme.
Podía elegir el camino de dinero, un camino dorado y brillante: mi tío.
O también podía elegir el camino del amor, la felicidad: mi Matilde.
Cada vez me confundía más.

Las horas pasaban, Claudio y el tío Néstor jugaban el partido de ajedrez, una situación sospechosa; mientras que yo me acercaba a la decisión.
En eso, se escuchó el abrir de una puerta. Sale claudio, prácticamente trotando, y le pregunto:

_ ¿Quién ha ganado la partida?
Sin mirarme a la cara me gritó con mucha rapidez…:
_ ¡Nadie ha ganado, no hemos terminado!
Claudio se dirigía velozmente hacia la puerta de salida. Caminó todo derecho. Al los diez minutos lo veo volver y se sube al auto.
No me iba a quedar con la intriga, entonces, lo seguí.
Lo corrí, el auto no iba muy rápido, lo notaba muy desconcertado a Claudio, sabía que algo le pasaba.

Llegábamos a la costanera, mi hermano bajó del auto; caminaba de un lado hacia el otro.
De su bolsillo sacó un frasco con líquido.
Por un instante sentí la necesidad de volver al palacio y pensar en mis problemas. Lo hice. Volví.

Mientras caminaba de regreso, tenia la decisión, solo me faltaba llegar al lugar correspondiente.
Entré al palacio como si nada me hubiera pasado, caminé hacia el escritorio de Néstor. Él miraba concentradamente el tablero de ajedrez con su vaso de whisky en la mano… no podía ser lo que yo pensaba: claudio tenía un frasco en su bolsillo, no lo pudo haber envenenado, sino ya tendría que estar muerto. Si lo estaba, mi decisión estaba cumplida.
Néstor no se daba cuenta que yo me encontraba enfrente de él.
Creía estar haciendo lo correcto, sabia que era mi propio tío, pero que él mismo me impidiera ser feliz al lado de Matilde… no lo podía aceptar.

Entonces, estaba decidido… Me arremangué el buzo, saque silenciosamente un revolver del cajón del mismo escritorio. Debía apurarme, antes de que llegara Claudio. Finalmente, levanté el revolver enfrente del cuerpo del tío… ¡QUE PUNTERÍA!… tiré el revólver, a la misma vez que cayó el vaso de whisky al piso. “El camino de la felicidad y el amor estaba libre, sin ningún obstáculo. “

Salí corriendo por el sótano de la misma habitación donde me encontraba. Quedé en el bosque que estaba delante del palacio. Nadie iba a descubrir quien lo había matado.

Se escuchaban que las sirenas de los patrulleros se iban acercando, cada vez se oían más ruidos de personas. Yo miraba la situación desde atrás de un árbol.
Los policías hablando con el mayordomo; que era el único que se encontraba en la casa junto a Néstor, Claudio y yo ese mismo día, el mismo día de la muerte.
Enfrente de la entrada principal frena el auto de Claudio, él, todo transpirado.
Logré escuchar la conversación realizada frente a la entrada de la mansión.

Los policías le comentaban lo que ellos sospechaban de la propia partida de ajedrez no terminada. El oficial le pidió a mi hermano:

_ Señor Álvarez, le pedimos que por favor nos muestre la libreta de apuntes anotadas durante el partido de ajedrez.

Claudio con los ojos lagrimosos, pensaba que era su culpa la muerte de nuestro tío Néstor, mientas que no era así.
Mi hermano entregó la libreta en blanco, porque no había anotado nada.

_ Oficial, el señor Álvarez Claudio no ha anotado nada durante la partida.

En eso, Claudio, desesperado, grita con una voz extraña, como si dijera un secreto guardado durante mucho tiempo frente a los policías:
_ ¡Yo soy el culpable, yo lo maté, yo lo maté! ¡Es mi culpa. MIA!

_ ¡¿Dónde está el revolver?! ; pregunta desesperadamente el oficial.

Claudio, muy confundido, se calló por un instante y preguntó…

_ ¿Qué revólver?
_ ¡Vamos hombre, lo ha matado con un tiro en la frente! ¿Acaso ya se olvidó?

Me sentí muy culpable, yo sabia que era mi culpa, pero creí haber echo lo correcto. Mi hermano quiso dinero y mucha fama, yo, sólo busqué el camino de la felicidad y el amor, un camino que no me dejaban disfrutar… hasta que lo logré.

Camila Conti 2do bachiller “A” Instituto Luis Augusto Huergo.

1 comentario:

Estela Dominguez Halpern dijo...

Que buena relato desde Guillermo, Camila!!!!!!!!
Felicitaciones!